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lunes, 24 de abril de 2017

21 DE ABRIL EN PUNTO DE ENCUENTRO, SAN ISIDRO


Presentación del libro MERCADO NEGRO, de MARCOS SILBER, Ediciones El Mono Armado
Lectura de narrativa y poesía 
Autores:
María Eugenia Rapp
María Cristina Briante
Edda Sartori
Gabriela Pais

Coordinan Ramiro Silber y Mariel Monente



Arpas
La ruta verde es Guaraní y suena a arpas del Paraguay,
lo descubre cuando sabe que no va a parir hijos
humanos.
Hay un bananero sagrado allí, el exceso del amor recibido,
nocivo como la carencia o la sobreprotección,
bendito como el amor.
Es idéntica a su madre y a su abuela la hora de desandarse,
la sutura ancestral tiene que ser hecha desde la verdad,
la sanación: autorizarse al tempo de la selva,
las arpas también son instrumentos celestiales,
verde, exuberante el paso del baile, armónico fluir el agua, el río y la vegetación,
profunda, lenta y paciente la energía,
la madre que es en abundancia
para aprender a cuidarse y disfrutarse
como la tierra que besa roja las arpas
para acercarse, despacito
a Dios,
la diosa que es en la amplitud del maternal dominio de sí misma.


DISTANCIAS LATINOAMERICANAS
sube el último pasajero
gringos blancos rubios
el guarda cierra la puerta
camina el pasillo
cuenta pasajeros
en voz baja
cuenta con la cabeza gacha
alguien viaja sin boleto
camina cuenta
el rostro moreno brilla
sudor
vergüenza
anticipa la pérdida de su jornal
cuenta viene
cuenta va


la Descalza canta
con su ojo desmembrado
penetra el muslo
de Rimbaud
arranca un puñado
de coágulos
un racimo tibio
de brevas mínimas
brevas semillas que
me atragantan
puedo tocar
la hondura cobre
la pupila celestona
el rojo de la boa
allá en el fondo


Reemplazos
La vieja alfombra por un piso de madera
viene un parquetista, levanta, arranca, pone brea
y pega los listones nuevos 
después lo sella con laca.
Ella se mira al espejo y se cambia la ropa en el cuerpo de otra
y el invierno transforma el río sucio en escarcha estancada.
La calle no tiene ojos para mirarse, la ropa envejece sin darse cuenta
y hasta se deja tirar o resucita en una feria americana
donde las chicas combinan rayas y flores con las uñas negras
y sonríen
como si nunca fueran a agrietarse los dedos, el esmalte
o la mirada
como si no existiera la gangrena
en la góndola de la carne vencida.
Mientras tanto un bicho taladro perfora la madera
del piso, recién colocado
y asoma su saciada ignorancia por los agujeros
esos que se comen a la mina del espejo
que se mira con furia
y se cambia la ropa en el cuerpo de otra.




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